Terminología de Psicoterapia de grupo
Matriz
Cat. Matriu. Eusk. Matrize. Gal. Matriz. Ing. Matrix. Fr. Matrice. It. Matrice. Por. Matriz. Ger. Matrix
Elemento relacional intangible que va constituyendo y sosteniendo a las personas en su proceso de relación con las demás y consigo mismas, que nace y se desarrolla a partir de las relaciones que se dan entre ellas in- dependientemente de su número y formada por los significados que se crean, se transmiten y que definen y dan sentido a esta relación interper- sonal al mismo tiempo que los determina y condiciona. A través de él, las personas vamos constituyéndonos mutuamente como tales, es decir, nos constituimos, constituimos a los demás y también a nuestro entorno.
Este concepto es, para muchos autores, (Pines, M., Cohen, V, Shad- forth, F., et al. 1967; Foulkes, S.H., 1971; Ferreira, G, 1971; Ribeiro, N.A., 1971; Abraham, A., 1973; Blake, R., 1980) uno de los elementos claves de la teoría grupoanalítica1 y que, como indicó Lintott, es realmente difícil de definir (1983:242). El término proviene del vocablo latino Matrix, -icis, cuyas tres acepciones sostienen dos significados compatibles entre sí: el de 1. f. Víscera hueca, de forma de redoma, situada en el interior de la pelvis de la mujer y de las hembras de los mamíferos, donde se produce la hemo- rragia menstrual y se desarrolla el feto hasta el momento del parto. 2. f. Molde en que se funden objetos de metal que han de ser idénticos. 3. f. Molde de cualquier clase con que se da forma a algo. (DRAE). Estos signi- ficados aluden a dos aspectos inherentes al ser humano, uno de caracterís- ticas más femeninas y que simboliza todo aquello que posibilita el desarrollo de la vida, la contiene y sostiene e incluso favorece la vida misma, y el de características más masculinas cuyo carácter constrictivo moldea y da forma a esa vida misma.
En un interesante trabajo, M. Pines (1991) señala que ese concepto aportado por Foulkes surge porque las circunstancias sociales, políticas y culturales del siglo XIX también lo posibilitan, ampliando esta afirmación con una detallada investigación respecto a sus orígenes y a cómo el pensa- miento europeo favoreció su aparición en la medida que el grupo social co- mienza a percibir la importancia de las interrelaciones. Menciona a H. S. Hughes, quien autodefinió su texto “Counciousness and Society. The Reo- rientation of European Social Thougth 1890-1930” como detallados estu- dios de las interrelaciones del pensamiento en relativamente breves períodos de tiempo (Hughes, 1979:12) (Pines, M. 1991:99). A partir de ahí, Pines incorpora las figuras de W. Wunt, W. Dilthey, M. Weber, J. Ortega y Gasset y a la controvertida figura de la Revolución Francesa, L. Bourgeois, para describir los diversos matices vinculados a la aparición de este término.
Un autor de nuestro entorno más cercano como es O. Martínez (1990) nos dice que no es hasta finales de los cincuenta cuando aparece una clara mención a la idea de matriz en la mente de Foulkes. En efecto, este autor in- dica que el concepto no aparece de forma clara hasta 1959: un poco antes encontramos que se ha referido al grupo en sí mismo como…”la matriz común dentro de la cual todas las demás relaciones se desarrollan (pág. 49)” (1999:409), y en un texto de 1952 encontramos otra cita en la que aparece el término: la acción tiene lugar en el interior de los pacientes, una acción interna, dentro de la matriz mental-grupal-común que va más allá de la mente individual, y dentro de la cual la mente individual se suspende y extiende (1952, pág. 232). (ibídem: 409). E incluso en una tercera cita que Martínez localiza en un texto de Foulkes de 1957 “… es fácil entender nues- tra afirmación de que el grupo asocia, responde y reacciona como un todo… En este sentido podemos postular la existencia de una “mente” grupal de la misma forma que postulamos la existencia de una “mente” individual… en la matriz mental los individuos también aparecen, pero los límites de estos… no corren paralelos con los límites de sus personas físicas (1957a, pág. 50) (ibídem: 409). En fin, aunque otros autores ubican la aparición en fechas posteriores, (Powell, 2000), lo que parece cierto es que este concepto se ha estudiado con más frecuencia a partir de mediados de los años sesenta y ha animado numerosos esfuerzos para alcanzar una definición más precisa o trataban de completar su comprensión.
Varios son los autores que han ido aportando su visión o su lectura de la idea de matriz, dado que el propio Foulkes no la acabó de precisar. Po- dríamos dividirlos en “trabajos basados en las propias citas de Foulkes”, “trabajos que desarrollan el concepto con aportaciones de otros campos” y “trabajos que hablan del concepto articulándolo con la clínica”.
Trabajos basados en las propias citas de Foulkes.
En estos casos incluiremos los artículos que se ciñen a la búsqueda de los lugares en los que aparece el término matriz con el fin de deducir su sig- nificado dado que en este y otros muchos campos, Foulkes no acabó de ser muy preciso. Tal es el caso, por ejemplo, de un trabajo que posiblemente sea el primero al respecto, el de Roberts, J. P. (1982), en el que de forma muy pormenorizada este autor realiza una aproximación al concepto de matriz a partir de las diversas referencias que el iniciador del grupoanálisis hizo a lo largo de toda su obra. De la lectura de este texto se desprenden diversas consideraciones: en unos casos la idea de matriz aparece como un concepto en sí mismo, en otros está vinculado a la idea de grupo o a la de red y, fi- nalmente, como comparación metafórica con los campos magnéticos y ar- ticulándolo con la idea transpersonal del ser humano. En otro momento y a través de una cita de Foulkes, el autor describe diversos niveles de la ma- triz que van de uno más global y articulado con la humanidad, con el género humano, la matriz fundacional (Foundation Matrix), a uno más íntimo e in- dividual, la matriz individual (Individual Matrix). Cuando lo aborda como constructo teórico se encuentra ante la misma disyuntiva que Foulkes de, o bien dirigirse hacia la construcción de una teoría propia -cosa que a Dalal, (2006) le permitió hablar del Foulkes radical – o bien hacia una más vincu- lada con la teoría de las relaciones objetales, concluyendo posteriormente que el concepto de matriz es una buena herramienta para la comprensión del individuo dentro del contexto grupal al que pertenece. Otro autor es Van der Kleij, G.(1982), quien pone el acento en la referida “matriz fundacional” que corresponde a los elementos de tipo social, cultural, político y econó- mico en los que nos desarrollamos y en los que quedarían articulados, en cierta manera, los arquetipos de Jung (idea que también aparecerá más tarde en Brown y Zinkin, 2000). Van der Kleij también hace hincapié en la ma- triz dinámica (Dynamic Matrix) que hablaría de lo que los miembros de un grupo van tejiendo entre sí a través de sus interacciones y en la matriz per- sonal (Personal Matrix) que hace referencia a la propia constitución del in- dividuo como matriz. Estos aspectos vuelven a ser contemplados en su trabajo de 1985. También en el mismo año, otro autor, Ahlin, se ocupa de la matriz y la define como ese algo que todo el mundo percibe en el grupo y que es algo más que el propio grupo y diferente a él [y que] es lo que Foul- kes denomina Matriz. Lo equipara a lo que Y. Agazarian y R. Peters llaman, en 1981, “el grupo invisible” o lo que él mismo denomina “espíritu grupal” (1985:111). En este trabajo, Ahlin retoma los diversos tipos de matriz men- cionados anteriormente e indica diversas funciones: ser el sostén de ele- mentos históricos individuales y colectivos, ser el regulador de la comunicación, lo que determina los límites, y como generador y aglutina- dor de los elementos cognitivos y de los que nutren a sus miembros. Este tra- bajo viene complementado por otro de Lintott (1985) que recopila las aportaciones de los anteriores.
También el propio trabajo de O. Martínez realiza un repaso de las di- versas citas y aportaciones de otros autores. Alude a la idea de matriz y mente grupal ya que es uno de los aspectos que emanan de los escritos de Foulkes y recoge los vínculos que aparecen entre matriz y redes de comu- nicación, así como los aspectos maternos y paternos del término que esta- mos estudiando.
Trabajos que desarrollan el concepto con aportaciones de otros campos. Desarrollo del concepto.
Powell es otro de los autores que se ha interesado repetidamente por el tema y que constituye un ejemplo de este otro tipo de aproximación. En 1989 publicó un primer texto en el que, recogiendo las diversas definicio- nes y descripciones del propio Foulkes señala que estamos hablado de un as- pecto vivencial (living process) y se adentra en su descripción tomando la idea de pregnancia tomada de la Gestalt para incidir en la existencia de un condicionamiento individual y colectivo en el momento de percibir deter- minadas configuraciones. Posteriormente, incorpora las nociones de iden- tificación proyectiva e indica cómo el mismo conductor influye en la formación de una matriz determinada a partir del tipo de matriz de la que él dispone (y que, por lo tanto, propone) que viene de su propia experiencia personal y profesional. En su abordaje, Powell retoma los cuatro niveles que Foulkes describe como grados de “profundidad” en el trabajo grupal: el primero, el nivel real, lo relaciona con las aportaciones de H. S. Sullivan, el segundo con la teoría de las relaciones objetales, el tercero con los niveles de proyección mientras que el cuarto lo vincula con la teoría jungiana de los arquetipos. Este trabajo queda complementado por otro que publica en 1991, en el que acaba vinculando la noción de matriz con niveles psicofísicos y el funcionamiento de los átomos. A su vez, este último vuelve a complemen- tarse con otro posterior de 1993 en el que desarrolla la idea de la conexión cuántica del individuo y explica el concepto de la matriz a partir de las apor- taciones de la física. Paralelamente, Dick (1993) también hace referencia a esta cuestión aunque resaltando otros aspectos.
En una línea similar encontramos la aportación de R. Fiumara (1991) quien, recogiendo el paralelismo entre cerebro y mente, subraya la consi- deración de la matriz como el equivalente grupal del concepto mente. En este sentido, se apoya en la idea del holograma que K. Pribram tomó para describir algunas funciones cerebrales y, en particular, la de la memoria (1991:412) y a partir de ahí concibe mejor la propuesta de Foulkes de no di- ferenciar el mundo intrapsíquico del interpersonal y transpersonal (ibídem: 412). En el mismo volumen aparece el comentario de R. Usandivaras (1991) sobre un trabajo de Powell (Powell, 1991) y lo enriquece con la contribu- ción de Jung sobre la idea de matriz y su propia metáfora del grupo como mandala equivalente a un vaso de alquimia en el que se dan determinados procesos químicos.
En este segundo grupo de trabajos podemos colocar a Cohn, H. W. quien en 1993 publica un breve texto en el que revisa el concepto de matriz desde la fenomenología y la intersubjetividad, retomando el concepto de Merleau-Ponty para quien las personas estamos permanentemente en co- municación y diálogo con los demás y nos recuerda que, para Foulkes, la matriz es la hipotética red de comunicación y relaciones en un grupo de- terminado. Es la base compartida común que determina, en último término, el significado y la significación de todo lo que ahí sucede (1964:292) (1993:485). En el mismo grupo tenemos también el muy sugerente artículo de Stacey, R. (2001) quien subraya la visión de proceso en la creación, el mantenimiento y el desarrollo de la matriz. Es decir, lo que sucede entre las personas al interaccionar y comunicarse es un proceso mediante el que cada uno va creando al unísono con los demás eso que venimos en llamar matriz y que M. Mead, ya en 1934, denominaba mente. Introduce las investiga- ciones de Stern (1985, 1995) en las que se demuestra la existencia de dos es- quemas básicos: el “esquema de ser con”, basado en la experiencia interactiva con el otro y la “representación de ser con” que es una red de mu- chos “esquemas de ser con” por la que los sujetos permanecemos vincula- dos. Es algo similar a las nociones que provienen de la teoría psicoanalítica intersubjetiva (por ejemplo, Stolorov, 1994) y de la que, en consecuencia, se afirma que la matriz grupal no es un sistema ni una red sino un proceso que de forma constante va replicando y transformando potencialmente es- quemas de temas narrativos subjetivos que organizan la experiencia de estar juntos (:235). El acento lo pone en el propio proceso mediante el que hay un constante construir de forma compartida con los demás esquemas de interrelación e interdependencia que no quedan localizados en el interior de las personas sino en el propio cuerpo al ser experiencias corporales.
Otro trabajo es el de Scholz, R., (2003) en el que, retomando propues- tas de otros autores, así como la diferenciación que de forma operativa o descriptiva realizó Foulkes de la matriz fundacional y la dinámica, intro- duce las investigaciones que abundan en la herencia filogenética de las ex- presiones afectivas vinculadas con la necesidad de estar en relación con el otro y de cómo los recientes avances en el descubrimiento de las neuronas espejo acaban constituyendo una base común entre la biología y lo social. Así pues, en su opinión, ni la visión de la matriz fundacional anula el naci- miento común de lo social y lo biológico ni tampoco aparecería un elemento arquetípico ya que los elementos biológicos incluyen la cultura, el lenguaje y las clases sociales. Y apelando a Foulkes nos recuerda que su empeño fue la comprensión del individuo y de la sociedad como unidades que están en construcción consistentemente mediante la comunicación (2003:551)
Trabajos que hablan del concepto articulándolo con la clí- nica. Su aplicación en el ámbito de la práctica clínica.
En el tercer grupo, que tiene una perspectiva más clínica o más práctica, sería donde ubicaríamos aportaciones como la de Weston, M. D, de 1999, quien con un trabajo sobre la anorexia nerviosa describe la matriz vacía que detecta en las familias con personas que presentan esta dificultad, matriz que, como indica Willis, S., (1999), les aboca al reencuentro con el otro (en tanto que somos masivamente interdependientes), con lo que estos pacien- tes topan con su empeño en mantenerse en su “espléndido aislamiento”, ilu- sión en la que se esfuerzan en permanecer de forma extrema.
Otro trabajo es el de Tubert-Oklander, J. (2010) quien describe desde la experiencia clínica las características de un aspecto de la matriz de un grupo de psicoterapia en el que a lo largo de la sesión se pasa de una situación en la que se está instalado el desespero y se consigue salir de él. Y desde otra perspectiva, el escrito de Bhurruth, M. (2008) articula los tres aspectos de la matriz descritos por Foulkes, y retomados por otros autores, con el des- arrollo del individuo, aplicando este modelo en el campo clínico desde po- demos visualizar, mediante un ejemplo clínico, cómo ayuda a los pacientes a ser conscientes de estos tres aspectos constitutivos de su ser.
Finalmente y desde otro ángulo, aunque también clínico, Berman, A., y Berger, M. (2007) toman el concepto de matriz para aplicarlo a los espacios de supervisión. En este sentido, la matriz presenta para ellos la característica de útero y de red y a través de estas ideas potencian los procesos de Reverie, todo ello expuesto mediante un ejemplo clínico de supervisión grupal.
Concreción del concepto.
En el texto de 1957, Foulkes señala que la red de todos los procesos mentales, el medio psicológico en el cual se encuentran, se comunican e interactúan puede llamarse matriz (2006:27) y lo equipara de forma meta- fórica para nuestra comprensión a la idea de tráfico que es algo que va más allá de la existencia de un parque automovilístico: si no hay relación no aparece la matriz. En otro texto nos habla de poner la atención en el grupo mismo como matriz común dentro de la cual se desarrollan todas las otras relaciones2 (1984:49), lo que introduce una idea que distorsiona: ¿habría una matriz común y otra no común? Y en otro lugar señala que en cuanto al grupo como un todo, ha sido una característica del grupoanálisis desde sus inicios entender todo lo que sucede en el grupo a partir de los signifi- cados que nacen a la luz de la totalidad de la matriz grupal. Así que aun- que los individuos de este grupo son extraños entre sí en la vida corriente, se funden al mismo tiempo en una estructura unificada, la psique grupal (1984:76). De lo que podemos deducir que ese lugar en el que se desarro- llan las relaciones, denominado matriz, es el que determina también el sig- nificado de las cosas que ahí ocurren. Y en efecto, la experiencia clínica y la de trabajo con diversos grupos e instituciones informa de que en la me- dida en que prestamos atención a las relaciones que se dan en el seno del en- cuentro grupal (aunque sea una pareja, también se da) lo que se percibe es la generación progresivamente palpable de una característica que da un sen- tido particular a todo lo que ahí ocurre, lo que nos lleva a pensar que los significados asociados a lo que emerge en la relación provienen de ella misma. Ese determinante de significados obliga a que cada uno de los miem- bros que participan de la relación se reubique respecto a sí mismo y res- pecto a los demás. Esto es la matriz, la red dinámicamente interrelacionada, el tejido psíquico del grupo total (Foulkes, Anthony, 2007:310). Pero no en el sentido de ser una red objetivable y estática, sino en el de que las inte- rrelaciones que se dan entre los miembros del grupo, tanto individualmente como mediante los diversos subgrupos que se constituyen, incluyendo en ellas las relaciones del conductor (o conductores) y sin descuidar el con- texto en el que todo eso se da, constituyen una trama, una urdimbre, un pro- ceso dinámico que recibe el nombre de matriz.
Es decir, la matriz emerge de las interrelaciones que se dan entre los sujetos que están en interacción, se va constituyendo mediante las percep- ciones que todos tenemos de todos y que provienen de esas relaciones que se establecen, preñadas todas ellas de signos y significados manifiestos y la- tentes, individuales, subgrupales, grupales y contextuales; y todos ellos entre sí determinan no sólo todo lo que en el grupo sucede sino lo que a cada uno de sus miembros le sucede, constituyéndolos como personas en relación a las demás. Esos elementos y la memoria histórica de la propia relación van determinando el significado de las comunicaciones e incomunicaciones que se dan entre las personas que constituyen el grupo.
Una cuestión añadida es la comprensión del lugar en el que se encuen- tra o, por señalarlo de otra forma, donde se ubica el individuo en relación a la matriz. No hay que olvidar que en la disyuntiva interviene nuestra com- prensión del individuo. Si consideramos que éste es una entidad más o menos fija, estable e independiente, parece claro que deberíamos concluir que la matriz alude a algo que crea en su interrelación con los demás y, por lo tanto, se ubicaría en el espacio relacional, intersubjetivo, que bien puede ser entendido como una externalización o una proyección del mundo in- terno de cada sujeto. Esta visión de la matriz nos llevaría a considerarla como el espacio mental en el que se elaboran una serie de procesos rela- cionales que posteriormente serán incorporados. Desde esta perspectiva ca- bría una visión más ortodoxa en la que el grupo es como la representación del espacio mental de elaboración de los objetos internos. Es posible que esta idea sea compatible con la del significado de útero al que aludíamos lí- neas atrás.
Desde esta óptica, si consideramos al individuo como una entidad en sí misma, entonces podremos considerar a la matriz como algo que él genera pero sin que él sea parte de esa misma matriz, apareciendo en consecuen- cia la noción de matriz personal que Brown y Zinkin ubican en un texto de 1975, aludiendo a la particular configuración individual. Y a partir de ahí se podrían establecer diversos niveles, clases, categorías de matriz (la perso- nal, la fundacional, pero podríamos añadir la familiar, la social…) que, quizá acabarían provocando una complejidad tal que impediría lo que previamente se hace más necesario: la clarificación y profundización conceptual.
Sin embargo, esta visión entra en contradicción con la idea del indivi- duo como ser transpersonal y la de que la matriz penetra hasta lo más íntimo del individuo. Si abordamos la comprensión de la matriz desde este ángulo, la idea o metáfora de matriz hace referencia a un espacio psicológico que constituye al ser humano desde su célula más básica, el individuo, hasta la propia humanidad entendida como algo que se va desarrollando desde la noche de los tiempos y tiende hacia un futuro desconocido. Este espacio psicológico, al tiempo mismo que es constituido por todos y cada uno de los individuos mediante su interrelación, los constituye como tales. Ya no esta- ríamos hablando de algo ajeno al individuo sino de algo constitutivo en él, siendo él mismo parte de esa matriz. Es decir, las personas, mediante la co- municación que establecen entre ellas y, por lo tanto, mediante todo el ba- gaje de signos y significados que se transmiten constantemente, no sólo informan al otro sino que lo conforman a él y a los otros y a sí mismos. Este es un proceso mediante el que todos coparticipan de la construcción (o re- construcción, deconstrucción, destrucción…) del otro, de los otros y de sí mismos. Y mediante las relaciones que se dan entre ellos y, consecuente- mente, por el flujo y reflujo de la actividad de los denominados mecanismos de defensa que también son de comunicación, determinan una matriz que les sostiene y les conforma.
En efecto, la cuestión se sitúa en nuestra forma particular de ver lo que le sucede al individuo y que parece que nos lleva a colocar la matriz o bien fuera del sujeto o bien dentro de él. Y de hecho, Foulkes, en algunos pasa- jes de su desarrollo teórico parece que acaba distinguiendo una matriz de otra cuando, por ejemplo, habla de matriz personal, matriz dinámica y ma- triz fundacional. La dualidad en la conceptualización de Foulkes parece de- batirse entre una fidelidad hacia los principios psicoanalíticos, de los que en cierto modo es deudor, o hacia aquellos otros que provienen de la fuerte in- fluencia que ejercieron sobre él K. Goldstein por una parte y N. Elias por otra, y que le lleva a expresar ideas que pueden ser entendidas como orto- doxas o, por el contrario, como radicales (Dalal, 2006). Estas últimas se en- cuentran en párrafos recogidos por D. Brown y L. Zinkin (2000:12 y 13) y que Foulkes publica en 1948: cada individuo –en sí mismo una abstracción artificial y consecuentemente creíble – está determinado básicamente, y de forma inevitable, por el mundo en el que vive, por la comunidad, el grupo del que forma parte3 (Foulkes, 1948:10), lo que nos lleva a una conceptua- lización en la que entre el individuo y lo social, lo grupal, no habría una di- ferenciación clara: la vieja yuxtaposición de un mundo interno y otro externo, constitución y entorno, individuo y sociedad, fantasía y realidad, cuerpo y mente, etc., es insostenible (Foulkes, ibídem:10). Desde esta visión, a no ser que se hiciera con fines pedagógicos, no cabría diferenciar los tipos diversos de matriz, ya que el individuo formaría parte de ella al mismo tiempo que la constituye. Es decir, el medio en el que nos desarrollamos, en el que actuamos y en el que nos constituimos como personas es ese aspecto intangible al que llamamos matriz y que es independiente del número de personas con las que me relaciono. En este sentido se puede entender el tra- bajo individual como el que realiza un grupo formado por dos personas, pa- ciente y profesional, que generan ese medio que determinará todo lo que ahí acontezca.
Sea como sea, lo que parece precisar es de una gran profundidad en el te- rreno grupoanalítico y está relacionado con su concepción del individuo y de sus diversas constelaciones, así como de las consecuencias de las interrela- ciones y de las interdependencias que se establecen y de cómo influye la fi- logenia en la formación del individuo y de los grupos que lo constituyen.
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