La psicoterapia es uno de estos términos sobre los que hay un montón de definiciones y comentarios. Todo el mundo opina y a todo hemos llegado a calificar de psicoterapia. No es extraño oír que la razón de que existan psicoterapias hoy en día se debe a que ya no existen sacerdotes que escuchen a la gente, como rescatando un elemento de cierto privilegio; o que la velocidad con la que se vive hoy en día no permite establecer espacios para escucharnos. También hay quien opina que no se precisa ninguna psicoterapia, que con una buena educación o una buena lección de la vida, se acaban las necesidades psicoterapéuticas de la gente.
Lo cierto es que tanto unos como otros comentarios tienen algo de razón. Pero no toda. Veamos por qué.
Parece que de la idea que no existiría apenas diferencia entre los sacerdotes y los psicólogos se desprende unos elementos de similitud que permiten confundir a los unos con los otros. Ciertamente los sacerdotes, y en general estas personas cuya vida de entrega a los demás les ubica en ese lugar en donde “se le cuentan cosas que a nadie contaría”, tienen un cierto parentesco con los psicólogos. El sacerdote, el “cura de toda la vida” es alguien que por vocación está disponible a que se le cuenten muchas cosas. Y no cabe ninguna duda que desde su propia experiencia, que no desde su formación, realiza una función similar a la nuestra. Por ejemplo, puede tener capacidad de escucha. Se le supone la paciencia suficiente y la tolerancia necesaria para poder atender a cualquiera que se le acerque a contarle algo y mantener la distancia adecuada para poder entender y reflexionar sobre lo que escucha. Y, además, dispone de una característica que le distingue: por su ministerio dispone de la facultad de perdonar los pecados de los que sus feligreses se arrepienten. Y, ciertamente ese conjunto de aspectos le confieren una posición sobresaliente desde la que, sus consejos, sus opiniones, posibilitan que la persona que va en busca de ello, encuentre una guía, una orientación y el consejo que necesitaba.
Los psicólogos, exceptuando el elemento ministerial, realizamos funciones parecidas. Nuestra capacidad de escucha, lo que se denomina paciencia, la tolerancia, todas estas cosas y otras, nos hace fácilmente asimilables a la del sacerdote. Pero, a diferencia de él, disponemos de un complejo, largo y costoso (en términos de esfuerzo emocional) proceso de preparación y entrenamiento que hace que todo aquello que nos cuenta una persona, un conjunto de personas, o una institución, pueda ser entendido a la luz, no del evangelio, sino de un marco científico de referencia. Un marco científico formado por un conjunto de elementos teóricos, de investigación y experiencia que, como cualquier otro profesional, es el instrumento para entender y comprender lo que se nos dice y se nos calla, lo que vemos y percibimos. Y hasta aquellas otras cosas que sólo intuimos.
Hay otras muchas personas que también desarrollan actividades similares. No cabe la menor duda que desde el peluquero hasta el librero hay un amplio abanico de personas que en una u otra ocasión ejercen el oficio de escuchar e, incluso, de aconsejar. También hay otras personas, no profesionales, que se dedican a ello. Y la mayoría de los profesionales de la salud, en un momento u otro, ejercen esta función de escucha y consejo. Pero sólo los psicólogos y psiquiatras y, por ampliar un poco el terreno, aquellas personas que se han profesionalizado como consejeros psicológicos, disponen de un referente científico como para poder entender lo que alguien cuenta desde perspectivas profesionales.
Es decir, que la psicoterapia es una actividad profesional que es ejercida por aquellas personas que se han preparado para ello, y cuya finalidad no es otra que la de ayudar a las personas que por razones de la propia vida, o de enfermedades o situaciones laborales difícilmente soportables, o como consecuencia de haber desarrollado un trastorno mental, lo solicitan.
Dejaremos para otro número, tratar de definir en qué consiste eso de la Psicoterapia.
Dr. J.M. Sunyer