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jueves, junio 1, 2023
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Lo ideal y lo real 

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De cómo aparece siempre una tensión entre lo ideal y lo real
Sunyer, J.M. · 03/02/2010
Fuente: Cuadernos de Bitácora
Aunque no nos lo acabemos de creer nunca existe una distancia entre la realidad y lo ideal. Tenemos tendencia a idealizar y eso nos dificulta tocar de pies al suelo. O quizás precisamente por esto. En esta ocasión, reflexionar sobre cómo esta distancia nos afecta al final del curso, también vale la pena.

Los niños no vienen de París.

Debate interesante el del día de hoy. Pero por motivos que, en principio y en apariencia, poco tienen qué ver con el tema debatido. Veamos. En principio teníamos que leer un artículo, el del “Espejo organizativo” de Morris Nitsum. Y dije mal: quería que se leyese este artículo, pero en realidad el que tenían Uds., en su carpeta era el de “El Antigrupo”, del mismo Morris Nitsum. Cuando me di cuenta de ello ya era tarde. Nada podía hacer a excepción de tratar de trabajar lo que Nitsum nos propone en su artículo. Así que les propuse que, a raíz del mismo, pensásemos sobre los elementos que han favorecido y han distorsionado el desarrollo de la asignatura, del proceso de Orientación en el que nos hemos visto imbuidos, el aprendizaje o reaprendizaje de conceptos. Y les sugería que estos elementos, siguiendo las directrices de Morris Nitsum y que también son mías, buscasen en los aspectos individuales, de subgrupo, de grupo grande (la clase entera), la institución, el profesor y el contexto. Y cuando me paseé por los diversos grupos pude ver cómo en todos ellos se debatían aspectos muy vinculados con lo que pueden ser entendidos como elementos “anti-tarea”, aspectos que pueden entorpecer el alcanzar los objetivos que se pretendían.

Cuando les pedí que nos pusiésemos en el grupo grande pude observar la dificultad de ubicarse en las sillas centrales del círculo, teniendo una tendencia a “refugiarse” en las zonas periféricas. Les animé, incluso, haciendo una intervención con tono de broma en la que “me quejaba” de ese profesor que se empeña en hacernos sentar allá donde nosotros no queremos. Y tras ello, se inició el grupo grande.

Las intervenciones fueron introduciéndose en el terreno de la dualidad que se establece: entre los que participan más y los que participan desde otra posición más queda. Se habló, creo, de las características personales, pero sobre todo, de aquellas que proviniendo del contexto grupal favorecían el refugiarse en zonas menos activas, delegando la responsabilidad en otras personas. Realicé, entonces, una intervención en el sentido de alejarles un poco el tema para evitar un poco los posibles elementos persecutorios y, para ello, me dirigí hacia las Instituciones, las Organizaciones, los grupos en general. Y de ahí comenzó a surgir el tema de la participación, de si una persona en un puesto de trabajo tiene o no tiene capacidad de iniciativa, y un complejo y arduo debate en el que nos encallábamos en ejemplos concretos impidiéndonos ver el bosque. “El árbol a veces impide ver el bosque”. Y aquí me paro.

Si algo útil tiene este grupo grande es en su gran capacidad para generar debates. Y esto, aunque no se lo crean Uds., es un valor añadido que Uds. aportan a su esfuerzo académico. Y el debate tiene, entre otras cosas la virtud de poder analizar las cosas desde puntos de vista diferentes. Por esto siempre les estaré agradecido. Sin embargo en estos mismos debates se introduce un tema, un aspecto parcial que nos detiene. Y, pese a los esfuerzos por ampliar la base del mismo, parece que el grupo, como entidad diferente a los sujetos que lo integran, se queda atrapado en un detalle. El árbol no nos deja ver el bosque. Y en este punto me quisiera centrar.

Los grupos, las instituciones, tienen tendencia a confundirnos o a generarnos confusión. Y esta confusión guarda mucha relación con la imposibilidad de generar un pensamiento que fluctúe. Un pensamiento que se articule sucesivamente en y a través de su cadena asociativa y que, a través de estos diferentes eslabones, pueda conducirnos a un espacio nuevo, a una nueva idea. Es como si tácitamente, no de forma explícita sino queda, el grupo, la institución, el organismo ante el que nos ubicamos como orientadores, se aferrase a un pequeño detalle que le impidiese evolucionar. Y la pregunta que me hago y nos podríamos hacer es: el grupo, ¿se queda atrapado en este detalle de forma inevitable, es decir, sin poder hacer otra cosa, o ser agarra a él para no hacer otra cosa? Si fuese porque es algo inevitable parece que nos ubicamos ante una situación en la que estamos predestinados a quedarnos atrapados. No se puede evitar. Es un defecto, una característica negativa de todo grupo o institución y poco podemos hacer con ello. Es algo que se verbalizaba: “bueno, uno ya sabe que en las organizaciones hay gente que se pone en actitud pasiva”. Algo así como aceptar el destino. Ante ello, “ajo y agua”, como dicen algunos.

Sin embargo no sé si tal sentencia es propia de un profesional de la Orientación. Sería como decir que uno ya sabe que hay sufrimiento y que lo debemos aceptar sin más. Pero no lo creo. Sigo prefiriendo optar por la segunda hipótesis: igual nos agarramos a algo por algo. Decía el artículo de J.Mª Ayerra de ayer, el de los duelos, que en la situación edípica alguien se queda atrapado a un personaje idealizado. Si bien esta afirmación convendría trabajarla a fondo, la considero porque me parece que nos puede ser útil. Y es algo que tiene que ver con lo ideal, con lo que se idealiza. Y podría ser, y subrayo el condicional, que en cierta forma nos quedásemos atrapados ante algo idealizado, ante algo que guarda más relación con el mundo ideal que con el real. Y lo ideal, en este caso, es que “el mundo es bueno”. Que las cosas acaban siempre bien. Que los conflictos apenas existen y si existen uno va, interviene y se resuelve.

Y creo que éste era el punto en el que nos quedábamos atrapados. Unos defendían la idea de que la realidad es más compleja, que existen numerosísimas situaciones conflictivas, y otros parecían agarrarse a la idea contraria. De nuevo la lucha entre lo ideal y lo real. Y por más que nos empañábamos en salir de la rodera que se marcaba, el grupo volvía una y otra vez a hablar de lo real y lo ideal. Como si la consideración de la existencia de la rabia, de la envidia, de los celos, fuesen elementos existentes pero no dañinos. El conflicto, si es que se puede hablar de tal, es algo que guarda relación con el mundo de la realidad y su contraste con el mundo ideal. Y el mundo Universitario tiene mucho de ideal. Las teorías que se explican se alejan muchas veces mucho de las realidades con las que nos encontramos. Tratan de explicar la realidad pero desde la atalaya del Olimpo. Ya se lo decía ayer: hablen desde su experiencia. Y creo que lo están haciendo. Posiblemente su experiencia esté más cercana a lo ideal que a lo real. La “lucha “dialéctica entre Uds. y yo era porque representábamos dos aspectos: el ideal y el real.

Algo similar nos sucedía con las entrevistas que habíamos tenido en clases anteriores. Recuerden que una de sus sorpresas era la intensidad de lo que provocaban los entrevistados, o la complejidad de sus quejas, o la incapacidad que teníamos para modificar lo que ellos planteaban. ¿Recuerdan? Ahora bien, si esta hipótesis fuese cierta, ¿por qué aferrarse a ese punto de idealidad? Quizás, porque soltarse de este punto supone caer en el vacío, el abismo, complejo, dinámico, inmensamente rico, de la realidad. Y el grupo, como hacen las instituciones, y todos los grupos humanos, teme la realidad. La realidad que le conlleva ir adaptándose a situaciones cambiantes. La realidad que conlleva separarse de situaciones anteriores, realizar el duelo ante lo que se pierde, e iniciar el proceso de saborear lo que va a venir. Y como esto es difícil, por esta razón, muchas veces, las instituciones, los grupos humanos, entramos en crisis. Unos se aferran a lo que es mientras que otros tratan de ir más allá, de aventurarse a nuevos mundos, a nuevas experiencias que les van a hacer cambiar, a abandonar viejos y queridos hábitos, para adoptar otros nuevos y desconocidos. Es el eterno dilema: aceptamos la realidad y luchamos con los elementos que ella nos proporciona para irla modificando o nos quedamos en el éxtasis de pensar que todo funciona porque funciona. Y posiblemente, esa dialéctica de hoy no hacía más que recordarnos, una vez más, por cierto, el gran contraste que existe en nuestro contexto: el mundo de las ideas y el de la realidad asistencial o organizativa.

Pero lamentablemente el tiempo se acaba. Y el nuestro también. Muchas han sido las cosas que he aprendido. Ha habido momentos gratos, y otros más duros: cuando corríamos el riesgo de convertirnos en una asamblea, o cuando teníamos que compartir el malestar de las primeras evaluaciones, o cuando veía que había gente que se oponía, quejaba, protestaba por este tipo de planteamientos pidiendo cosas concretas, recetas mágicas y clases magistrales. O cuando tenía que leer uno y otro y otros y otro cuaderno de Bitácora. O los trabajos de Uds. Y tratar de escribir algo, en ocasiones más agradable en otros, no Y con esto acabamos las sesiones.

Mañana, último día de clase, repasaremos lo que hemos hecho. Y yo se lo agradezco. Independientemente de la valoración, positiva o negativa, que Uds. tengan de esta experiencia, de esta asignatura y de mí mismo.

Mis próximos escritos, el último y uno posterior que escribiré para cerrar definitivamente esta experiencia y para prepararme para la siguiente, lo tendrán Uds. en Internet. Y deseo, confío, espero que a través de esta página que Uds., han ido visitando, sigamos en contacto.

Un saludo muy afectuoso.

Dr. Sunyer. Curso 2000-01

El planteamiento es muy sencillo. La clase es un espacio en el que estamos muchas personas, como 50 o más.Uno puede considerarla desde diversas posiciones, pero personalmente prefiero pensar que estoy con un grupo. No ante un grupo sino en él. Este conjunto de personas que lo constituimos establecemos inevitablemente una serie de interdependencias, vinculantes muchas de ellas, que determinan no sólo la atmósfera grupal sino la manera de relacionarnos y los sentimientos que se derivan de todo ello. Cierto es que dado que trabajamos unos textos determinados, hay muchos elementos que se activan a través de la lectura de los mismos. Y la experiencia me indica que esos mismos elementos se activan también en las relaciones que establecemos en el grupo. Estos escritos son las reflexiones que desde mi puesto de conductor de ese grupo van aflorando en mi mente y que sirven, eso espero, de reflexión y de trabajo complementarios a la asignatura.

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