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jueves, junio 1, 2023
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Las distorsiones en la comunicación 

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Mi cuaderno de Bitácora del 9 de noviembre de 2010
Sunyer, J.M. · 10/11/2010
Fuente: Sunyer
Este es el texto que surge de la sesión del dia 9 y que habla de las dificultades que aparecen en un momento de la asignatura.

Las distorsiones en la comunicación.

A pesar de los pesares, la realidad de la comunicación es compleja. Y por lo general las complicaciones que aparecen no se deben a que realmente las personas no queramos entendernos (aunque en ocasiones es así), sino a que cada uno parte de parámetros diferentes. O de expectativas diversas. Y creo que es lo que ocurrió hoy entre nosotros.

Lo que recuerdo es lo siguiente: de entrada me sorprendió agradablemente la puntualidad de la mayoría de vosotros. Esto lo vinculé a la historia de B. Con esta grata impresión os propuse que redactaseis la historia de B., tal y como la recordabais. Ese relato se correspondería a lo que B., nos transmitió y que de alguna manera tiene relación con lo que le pasaba (o pasa). Esta información constituye lo que podríamos llamar relato real de lo que le sucede a B. Luego, con este relato, debíamos tratar de leer entre líneas, es decir, tratar de averiguar qué es lo que B., nos decía con todo este material. A continuación os dije que no vendría mal pensar en las preguntas que le hicimos y ver qué cosas aparecían en torno a ellas, ya que por lo general cuando formulamos una pregunta estamos rechazando otras.

Pero luego lo que sucedió fue otra cosa. Cada grupo se centró más en el diagnóstico o en interpretar cosas de B., o en buscar salidas a alguno de los aspectos que aparecían en la historia de B.

Pensando sobre ello encuentro varias cosas que pueden estar interfiriendo en la comunicación. Veamos:

1. Que los acontecimientos que me han absorbido a lo largo de estas últimas semanas y sobre todo el pasado sábado, me hayan alejado un poco de la asignatura.

2. Que el escrito que os hice en relación al trabajo que tenéis que redactar os haya nublado la mente.

3. Que la historia de B., se haya quedado en el pasado y por lo tanto quedan ahí las importantes vivencias que os generó.

4. Que tengamos una prisa en realizar diagnósticos y en atajar lo que tenemos delante.

5. Que las movidas en torno a la psicología os estén afectando un montón.

6. Que la cercanía de la navidad y por lo tanto del fin de curso se empiece a notar.

7. Que la pretendida movilización de los ferrocatas interfiera en la vida académica.

Si me pongo a pensar sobre estos aspectos, ¿qué ideas me vienen a la cabeza?

Respecto al punto 1, sí, ciertamente siento una cierta abducción por los acontecimientos pasados y que posiblemente se active por los previstos para las semanas próximas. Pero esta abducción creo que no afecta demasiado ya que en los momentos en que la abducción remitía me he dedicado a consultar lo que me enviabais y os he tenido presentes siempre. Y me establecía un plan de trabajo para estos días a fin de que estos mismos acontecimientos no influyeran más de lo necesario en el ritmo académico. Esto me hace pensar en algo que es importante transmitir: ciertamente los profesionales de la salud no estamos alejados de los vaivenes de la vida cotidiana (o no debiéramos estarlo). Eso nos obliga a un esfuerzo complementario que, como le decía a una persona que me preguntaba (entre alabazas a la psicología) cómo me afectaba estar siempre con historias humanas de dureza variopinta, lo que solemos hacer es ducharnos para que el agua se lleve esa carga y poder seguir en familia como si tal cosa.

El punto 2 ya tiene otra pinta. En parte porque recuerda que la asignatura se valora, se puntúa, y que para ello hay que hacer algo más que leer, pensar, escribir… hay que organizar los pensamientos en torno a un tema y plasmarlos negro sobre blanco. Y con formato académico. Y esto es un esfuerzo que os recuerdo hay que hacer. Y me da que esa concreción que, en cierto modo es paralela a la demanda de hoy, cuesta. Hay, habría como una resistencia a llevarla a cabo. Dicho de otra manera: acceder al mundo del adulto significa no tanto cumplir años (que también) sino asumir una serie de compromisos, de responsabilidades, dentro de un marco determinado. No al tuntún. Y entiendo que en cierto modo eso cueste y ofrezcáis una cierta resistencia a ello.

El punto 3 tiene sus perendeles. Efectivamente la historia de B., resultó impactante. Y este impacto queda un poco en la semana pasada y sólo asoman de él las reacciones que hoy sí aparecen. ¿Quién era y es Bonifacio? Como su nombre indica alguien que se coloca a la disposición del otro como un títere sujeto a la voluntad del que lo maneja. Eso, como os comenté, tiene tela: la responsabilidad de todo lo que hace queda en las manos de quien supuestamente le maneja. Con todo lo que ello conlleva. Ahí la historia parece correr paralela a lo que su propio nombre indica, como si hubiera una identificación no sólo con su madre (esto ya apareció el otro día) sino que coloca, atribuye al nombre, sus formas de funcionamiento de manera que, al final, parece como si él también dependiera del nombre que le han puesto. Esto nos llevaría a hablar de temas de identidad, a cómo maneja la agresividad, a cómo maneja a los demás… y a cómo podríamos acabar haciendo lo que tácitamente nos pide: que le digamos lo que tiene que hacer.

El punto 4 es complicado. Desde hace varias semanas venimos insistiendo en la necesidad de bailar con el paciente, en mecernos en ese entramado de aspectos relacionales sin ninguna otra intención que la de ir pudiendo entender qué le pasa. Pero cuando nos ponemos un poco nerviosos por este baile y lo que ello conlleva, lo que solemos hacer es buscar rápidamente etiquetas diagnósticas que alivien nuestro malestar. El problema de estas etiquetas diagnósticas (el DSM-IV comienza a ser muy criticado y contestado desde muchos ángulos por lo que tiene de anulación de los procesos psicológicos inherentes a cada cuadro diagnóstico) es que una vez etiquetado se pueden paralizar los procesos de recuperación. Y siendo cierto que en ocasiones la etiqueta ayuda a poder pensar, en otros muchos o incluso al mismo tiempo, puede paralizar al encasillar a alguien en una determinada categoría.

El punto 5 es duro. La desclasificación de la psicología como profesión sanitaria quedando como tales aquellos que tenemos la especialidad, es dura. Posiblemente hay varias cosas a considerar. De un lado, como señalaba Joan, en ocasiones somos un poco Bonifacios ya que al vivir en una cierta burbuja no acabamos de ver el poder de otras profesiones que buscan quedarse con la responsabilidad de tal atribución sanitaria. Pero por otro nos debería llevar a hacer una seria autocrítica ya que, y en esto disculpad las palabras poco políticamente correctas, muchos desarrollos profesionales, muchas actitudes psicoterapéuticas desarrollados por muchos de nuestros colegas, muchas escuelas de psicología, acaban haciendo mucho daño. Nos acaban haciendo mucho daño. Y creo que en ello tenemos una seria responsabilidad ya que huimos de una formación seria, de un esfuerzo importante por profundizar en los conocimientos que se dan desde las facultades. Esa profundización, ese esfuerzo por seguir formándose de verdad, con lo que ello supone tanto económica como personalmente, va a menos. No tengo por qué contar los cientos de fines de semana, las miles de horas destinadas a profundizar en esa cosa llamada psicología y que, lógicamente, supone una renuncia y la pérdida de aspectos familiares que posiblemente no se van a poder recuperar jamás. Pero eso es así en esta y en otras muchas profesiones.

El punto seis está ahí. En realidad se sitúa a 11 clases más. Hoy lo veía en las hojas de asistencia. Y esto asusta. Es como si en vez de servir de acicate para aprovechar al máximo el tiempo que nos queda, hubiera un cierto abandono; lo que es peligroso para todos. Los montañeros pero creo que todo deportista sabe, sabemos que los peligros de accidente se sitúan más al final del recorrido que en sus inicios: uno se relaja, el cansancio va haciendo mella en piernas y reflejos, y cuando menos te lo esperas, caes. Y esto puede estar comenzando a aparecer entre nosotros. Y esta situación en la que aparecería una cierta reacción frente a la separación relativamente próxima, se enlaza con el punto siete: la pretendida movida de los empleados de los ferrocatas impidiéndonos venir a clase. Y eso cabrea.

Pero el cabreo lo tendremos que seguir trabajando no sea que nos pase como a Bonifacio.

Un saludo.

Dr. Sunyer (9 de noviembre de 2010)

El planteamiento es muy sencillo. La clase es un espacio en el que estamos muchas personas, como 50 o más.Uno puede considerarla desde diversas posiciones, pero personalmente prefiero pensar que estoy con un grupo. No ante un grupo sino en él. Este conjunto de personas que lo constituimos establecemos inevitablemente una serie de interdependencias, vinculantes muchas de ellas, que determinan no sólo la atmósfera grupal sino la manera de relacionarnos y los sentimientos que se derivan de todo ello. Cierto es que dado que trabajamos unos textos determinados, hay muchos elementos que se activan a través de la lectura de los mismos. Y la experiencia me indica que esos mismos elementos se activan también en las relaciones que establecemos en el grupo. Estos escritos son las reflexiones que desde mi puesto de conductor de ese grupo van aflorando en mi mente y que sirven, eso espero, de reflexión y de trabajo complementarios a la asignatura.

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