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jueves, junio 1, 2023
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La relación asistencial. (clinical relationship) 

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Mi cuaderno de Bitácora del 4 de octubre de 2010
Sunyer, J.M. · 05/10/2010
Fuente: Sunyer
La rica sesión de hoy me ha facilitado esta reflexión que espero ayude un poco a ir aclarando las cosas entre todos.

La relación asistencial.

Hoy tuvimos una sesión movidilla. Fundamentalmente por culpa de dos ideas: la del aquí y ahora, y la de la importancia del lenguaje y la interpretación. Voy a intentar aclarar algunos extremos que me parecen importantes.

Es cierto que nos hemos ido haciendo a lo largo de nuestra existencia. Es decir que nos hemos hecho a partir de las experiencias que hemos ido teniendo a lo largo de toda nuestra vida y, por lo tanto, todo ello está gravado en mi manera de ser. La manera de hablar, por ejemplo, proviene de las maneras de hablar de mis padres sobre cuya experiencia se han ido añadiendo giros, vocabulario, maneras de decir, etc., que provienen de otras experiencias. Pero éstas se sitúan sobre las primeras. Y parece cierto también que como psicólogos tratamos de ir comprendiendo las diversas vicisitudes que han ido haciendo de una persona de una forma y no de otra. Es decir, que hay un talante investigador, como de arqueólogo que trata de ir descubriendo aquellos aspectos de mi pasado que constituyen mi historia. Creo que esto es cierto.

Si esta idea la trasladamos a las diversas perspectivas que conocemos veremos que cada una de ellas pone el acento en un punto y no en otro. Por ejemplo, si nos ponemos en un nivel más neurológico investigaríamos las partes de nuestro cerebro que están implicadas en un determinado trastorno o dificultad. Y determinaríamos las áreas que presentan alteración e incluso podríamos ver cómo estimular determinadas zonas a partir de ejercicios concretos. Y es más, podríamos determinar qué neuronas funcionan de manera anómala, por qué es así y, siguiendo este proceso y metiéndonos ya en la genética, podríamos determinar qué gen es el causante de tal o cual alteración. Lo que no es nada nuevo ya que en realidad somos materia.

Lo mismo podría escribir de otras visiones psicológicas y todas ellas, absolutamente todas ellas, acabarían describiéndome qué y cuáles son las causas de esas dificultades. Y seguro que están en lo cierto ya que sus conclusiones se basan en la propia experiencia y en la investigación. Y en función de si soy conductual o cognitivista o sistémico o psicoanalista, daría una satisfactoria explicación de tal o cual problema. Y todas, a no ser que ande muy equivocado, acabarían atribuyendo ese mal a un pasado bien sea de aprendizajes erróneos, o a pensamientos incorrectos o a…; ahora bien, mientras tanto ¿qué sucede en la relación que mantengo con el paciente? Ahí es donde se sitúa el famoso aquí y ahora. Y creo que es ahí donde deberíamos investigar.

Quizás la idea que sostiene más esta hipótesis es que la única posibilidad que tengo de conocer los datos que se barajan en cualquier persona son aquellos que se dan en mi relación con ella en el aquí y ahora de nuestro encuentro. Y lo que se da en este marco tan concreto no es más que la comunicación que se establece entre las personas que estamos en él. De forma que podríamos establecer el siguiente cuadro: Aquí/ Allá, Entonces/ Ahora. Si estas cuatro variables las pusiéramos en un cuadro, ¿a qué se refieren las cosas que cuenta una persona? ¿en qué posición nos colocamos en la relación?

El trabajar en el aquí y ahora es una gran ventaja ya que, sin prescindir del trabajo que puede representar la exploración de elementos del entonces que permitan dar luz a lo que sucede ahora, posibilita un trabajo dirigido fundamentalmente a la relación que el paciente establece y que, por constatación clínica, se corresponde a las relaciones que esta persona establece con otras y en otros contextos.

Claro que cuando trabajamos en el aquí y ahora (en realidad siempre, pero aquí cobra una mayor importancia), la comunicación cobra una importancia básica. Pero ¿qué es comunicación? Pues todo acto que se da en la interacción entre las dos personas independientemente de la voluntad comunicativa de cada una de ellas. Así, no sólo el lenguaje verbal sino todo otro signo que disponga de un significado o que pueda ser significativo es tomado como elemento de la comunicación. Y entiendo que eso sea difícil y hasta genere susto. ¿Es posible que todo lo que cualquier humano haga sea considerado como elemento comunicativo? Esta idea asusta. Y de hecho, ya asustó. Y creo entender algún aspecto de este susto como es la idea de interpretación.

Cuando escribo estas líneas no tengo ninguna garantía de que sean interpretadas según yo las expreso. Pero que ninguna garantía. Interpretar aquí significa que cada uno de los que leen este escrito dará valor a unas cosas y no a otras. Y cada palabra tendrá para él un significado que va más allá del que dice el diccionario. Es decir, cada uno interpreta según sus propios códigos. Entender y aceptar esto es básico para nuestra tarea de psicólogos. Y uno de mis problemas actuales es el de cómo ayudaros a entender justamente ese hecho: que todo lo que hacemos tiene un significado y por lo tanto tiene carácter de comunicación. Ahora bien (y para hacerlo un poco más complicado, lo siento), el significado que tiene cualquier cosa que suceda en la relación que se da entre paciente y profesional (y viceversa, claro) proviene o nace o queda determinado o enmarcado por esa misma relación. Y esto es lo que da a nuestro espacio psicoterapéutico un valor de ayuda. Y creo que entenderéis bien lo que voy a decir (es decir, espero que interpretéis de la misma forma que deseo transmitíroslo): cuando una compañera del grupo indicó que no entendía el ejemplo que aparecía en el capítulo 3 del libro ya que al hablar de frío o calor el terapeuta lo tomaba en otra dimensión, estaba señalando precisamente eso. Que al estar fuera del contexto no se entiende bien el significado. Es decir, la interpretación que se da a los hechos depende de los contextos en los que se da y en particular de las relaciones que se establecen en ellos.

Pensar que todo es interpretable parece que asusta. Pero creo que parte del susto es porque nos perseguimos con la idea intepretativa. Es algo parecido a lo que sucede entre las amistades cuando descubren que alguien es psicólogo: ya todos deciden tácitamente que les va a analizar y miden las palabras por si acaso. Desde esta tesitura se entiende que me persiga cuando descubro que el otro me interpreta. Lo que pasa que interpretar, interpretamos todos. Recuerdo que Castilla del Pino, en uno de sus textos (creo que era Psico(pato)logía) hablaba de que cuando una persona bosteza en una conferencia el conferenciante puede pensar que está cansado, que le aburre, o que le manifiesta desprecio hacia lo que está diciendo. Esto son interpretaciones. Hay más, por supuesto. Pero el significado dependerá de algo de la relación que se establece. Si en clase alguien bosteza podremos pensar que o está cansado, o que le estamos aburriendo, o que no ha pegado ojo, o que anda agobiado de trabajo. Y otras muchas cosas. Claro que si me persigo con ello trataré de evitar que me vean al bostezar.

Otra cuestión será la intencionalidad interpretativa. Porque puedo interpretar (es decir, atribuir significados a lo que percibo) de forma dañina o de forma constructiva. Es decir, la intencionalidad determina cómo juega la interpretación de lo que digo. Y se supone que en el espacio asistencial mis interpretaciones van dirigidas a construir, a ayudar. Y posiblemente parte de esa ayuda vaya encaminada a ir aclarando lo que vamos entendiendo (interpretando) de las diversas circunstancias que se dan entre nosotros en el aquí y ahora de la relación.

Hasta mañana.

Dr. Sunyer (4 de octubre de 2010)

El planteamiento es muy sencillo. La clase es un espacio en el que estamos muchas personas, como 50 o más.Uno puede considerarla desde diversas posiciones, pero personalmente prefiero pensar que estoy con un grupo. No ante un grupo sino en él. Este conjunto de personas que lo constituimos establecemos inevitablemente una serie de interdependencias, vinculantes muchas de ellas, que determinan no sólo la atmósfera grupal sino la manera de relacionarnos y los sentimientos que se derivan de todo ello. Cierto es que dado que trabajamos unos textos determinados, hay muchos elementos que se activan a través de la lectura de los mismos. Y la experiencia me indica que esos mismos elementos se activan también en las relaciones que establecemos en el grupo. Estos escritos son las reflexiones que desde mi puesto de conductor de ese grupo van aflorando en mi mente y que sirven, eso espero, de reflexión y de trabajo complementarios a la asignatura.

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