Mi cuaderno de Bitácora del 5 de octubre de 2011
Sunyer · 05/10/2011
Fuente: Sunyer
El susto se llamó aburrimiento. De ello hablo un poco.
El Genograma y las reacciones que suscita.
Hoy fue un día duro porque no suele ser fácil hacer el genograma del compañero de curso. Entrar aunque sea sólo al recibidor de una casa a la que no has sido invitado suele ser complicado. Lo sé por experiencia de cada año. ¿Y para qué sirve eso?, me preguntaba alguna persona. Buena pregunta. También me la hago siempre, ¿para qué te metes en camisas de once varas? La primera respuesta es fácil: para que entendáis la experiencia de hacer el genograma. Otras respuestas a esa pregunta son más difíciles de dar. Y en el fondo hacen pensar en la finalidad de la asignatura y en la forma de darla o abordarla. Y entiendo creo que bastante bien que andéis confundidos ante las diversas propuestas que os vengo haciendo. Pero desde el primer día tengo clara una cosa: sólo aprendemos a nadar si nos metemos en el agua; y sólo podemos enseñar a nadar a otros si nosotros sabemos nadar. En este sentido otra respuesta a la pregunta es “porque quiero que entendáis lo que se le puede mover al paciente y a nosotros mismos cuando hacemos un genograma”. También hay otras respuestas como “comencemos a pensar en nuestra propia familia” o “veamos cómo son otras familias”, que van dirigidas a la formación de cualquier profesional de la salud y en concreto la de un Orientador.
“Ya, me diréis, pero eso si uno quiere serlo; aquí sólo estoy en la Universidad para que me den el título”. Y en esto estoy parcialmente de acuerdo. Lo normal, lo habitual en la formación universitaria (en especial en nuestro país) es que se circunscriba a los elementos racionales de una materia, sin embargo si nos movemos por otras universidades podremos comprobar que en algunas se incluyen los elementos afectivos, en especial cuando estamos hablando de psicología. La formación universitaria en el terreno de cualquier profesión de la salud concebida como sólo la incorporación de elementos técnicos y conceptuales es un error y entiendo que si estamos en una de éstas, encontrarse con una asignatura en la que los elementos vivenciales también están presentes hace temblar.
De todas formas es muy interesante, intelectualmente hablando, que se me formule la pregunta ya que nos permite comenzar a abrir el melón de todo lo que a un profesional le va ocurriendo cuando se pone a trabajar con pacientes de verdad. No solemos pensar en lo que ocurre cuando le pedimos a un paciente por su familia, su historia familiar, sus antecedentes. Creemos que es de lo más normal como si se tratara de rellenar una rejilla de respuestas sin más. Y hoy pudimos comprobar que no es tan así.
Curiosamente me ha llegado un libro que parece que viene de perlas. Es un texto de Guy, J.D. (2010). La vida personal del psicoterapeuta. Barcelona: Paidós. Y os lo recomiendo. Si tomo el índice del primer capítulo (Factores que intervienen en la elección del trabajo de psicoterapeuta) leo cosas como “Las satisfacciones que procura (independencia, competencias económicas, variedad, reconocimiento y prestigio, estimulación intelectual, desarrollo y satisfacción emocionales, enriquecimiento y realización personales)”, “Factores personales que llevan a convertirse en psicoterapeuta (Motivaciones funcionales: curiosidad y carácter inquisitivo, capacidad de escuchar, capacidad de conversar, empatía y comprensión, comprensión emocional, introspección, capacidad de autonegación, tolerancia de la ambigüedad, capacidad de calor humano y atención, tolerancia de la intimidad, comodidad frente al poder, capacidad de reír), Motivaciones disfuncionales(perturbación emocional, enfrentamiento indirecto, deseo de poder, necesidad de amor, rebelión indirecta), Factores relacionados con la familia de origen (experiencias emocionales tempranas, características de los padres, características conyugales de los padres, relaciones familiares), Exposición (falta de aptitud y de interés, presencia de aptitud y falta de interés, falta de aptitud y presencia de interés, presencia de aptitud e interés). Como podemos ver dentro de este abanico fácilmente podemos encontrar un hueco para todos nosotros y, lógicamente, cuando os propongo bucear un poco, sólo un poco, en el contexto familiar lo normal es que haya la respuesta que hubo.
Quizás el calificativo que más me tocó (en las dos direcciones) fue el “qué aburrido”. Supongo que para cualquiera una intervención así sorprende, descoloca. Y habría quien lo consideraría como una falta de respeto frente a quien está haciendo un esfuerzo por transmitir unos conocimientos. Pero pensé que en realidad eso habla de la confianza que se tiene. En un grupo, poder expresar eso supone un nivel de confianza suficientemente importante. Y es la expresión de un pensamiento que está en la mente de muchos de vosotros. Y, ciertamente, es aburrido. Veía reacciones de todo tipo: desde quien devaluaba lo que hacíamos a quien de forma voluntariosa trataba de sacarle partido al asunto, desde las que no paraban de hablar (falta de educación y de respeto a parte) a quienes atentamente trataban de encontrar sentido a lo que iba apareciendo. En unos casos, atención, en otros, expresión de aburrimiento.
Si miramos el diccionario etimológico de la lengua descubriréis que esa palabra viene del latín (pensamos en griego, hablamos en latín) ab horrorem. Es decir, que esa sensación, esa vivencia de aburrimiento proviene de algo que nos genera ese horror de la que deriva la palabrita de marras. ¿Horror a qué?, preguntaríais aquellos que tenéis el gusanito de saber un poco más. Es difícil saber a qué le tiene horror cada uno pero a mí me parece que meter las narices en la complicada red familiar de cualquiera de nosotros es algo suficientemente duro como para que nos genere horror. Y frente a ello, reaccionamos cada uno de nosotros como podemos. Unos devaluando el ejercicio, otros…
Junto al horror (podemos buscar palabras más suaves, aburrimiento, apatía, rollo, paliza, comecocos, …) que supone el meter las narices en la vida del vecino y ver cosas (mejor no preguntamos mucho y así lo pasamos como una ejercicio sin más), aparece otro asociado: ir un poco más allá de las cosas que son aparentemente evidentes. Eso aparecía en otro pensamiento: si a uno le llaman así, pues le llaman así y punto. Y aquí le doy toda la razón. Es lo que me diría cualquier persona de la calle. Podemos buscar si fue un nombre de moda, si se buscó en un diccionario, si fue un amigo el que lo propuso, o es que era el santo del día. Lo que nos sucede a los humanos es que todo está cargado de significaciones, y estas significaciones son las que determinan aspectos del proceso vital de cada uno. Evidentemente no podríamos decir que tal expresión de sufrimiento es consecuencia del nombre que le pusieron, no. Pero podemos preguntarnos hasta dónde está presente el nombre (o el apellido y toda la mitología en torno a él). Y entiendo que cuando digo estas cosas puedo asustar. De hecho, cuando nos damos cuenta de nuestra pequeñez, de hasta dónde hay una determinación social y del contexto en el recorrido que hacemos como individuos, asusta. Nada nos asusta más a los humanos que ver reducida nuestra idea narcisista de ser autónomos e independientes. Ya asustó y mucho el ver que la tierra era la que giraba en torno al sol y no al revés. Y asusta más cuando uno de noche mira a las estrellas y se ve, tan minúscula cosa en un universo tan infinito.
Hasta el próximo martes
Dr. Sunyer (5 de octubre de 2011)
El planteamiento es muy sencillo. La clase es un espacio en el que estamos muchas personas, como 50 o más.Uno puede considerarla desde diversas posiciones, pero personalmente prefiero pensar que estoy con un grupo. No ante un grupo sino en él. Este conjunto de personas que lo constituimos establecemos inevitablemente una serie de interdependencias, vinculantes muchas de ellas, que determinan no sólo la atmósfera grupal sino la manera de relacionarnos y los sentimientos que se derivan de todo ello. Cierto es que dado que trabajamos unos textos determinados, hay muchos elementos que se activan a través de la lectura de los mismos. Y la experiencia me indica que esos mismos elementos se activan también en las relaciones que establecemos en el grupo. Estos escritos son las reflexiones que desde mi puesto de conductor de ese grupo van aflorando en mi mente y que sirven, eso espero, de reflexión y de trabajo complementarios a la asignatura.