Mi cuaderno de Bitácora curso 2000
Sunyer, J.M. · 19/03/2010
Fuente: Cuadernos de Bitácora
Son unas breves reflexiones a partir de los atentados del 11 de septiembre. Es innegable que los humanos tenemos rabia y cuando ésta no se puede canalizar de otra forma lo que ocasiona es una cadena de reproches difícilmente frenables. Y así a lo largo de los últimos 500.000 años. Es una realidad.
Agresividad y rabia. Una propuesta complementaria a raíz del 11 de septiembre (Agressivity and anger: from September the 11th.)
Estamos a punto de comenzar. Sé que el próximo 26 comenzaremos una nueva experiencia lectiva y, dándole vueltas a esta situación me venían los graves sucesos del pasado día 11 de septiembre. Y me preguntaba si como “orientadores” podíamos o no hacer algo. Me venían los días de dolor cuando ETA asesinó al profesor Lluch. Sé que por aquel entonces el tema salió en clase. Y dio pié a que hablásemos un poco del tema de la violencia. Y me vuelvo a cuestionar la situación en estos momentos. Por otro lado pienso que porqué meterme en berenjenales, al fin y al cabo es un tema que no está vinculado directamente con la asignatura. Aquí, venimos a aprender cuestiones técnicas… dirían algunos. Pues no. Lo siento. Si alguien piensa así, que nos deje trabajar y que se matricule en otra asignatura. Al menos ésta no es la visión que tengo de la Psicología y menos de la asignatura, de mi desarrollo y de mi actividad profesional.
Aquí inciden varias cuestiones entre las que una de ellas no consigue desprenderse de mi devaneo mental: ¿los profesionales de la psicología estamos para ayudar a adaptarse al medio a los que acuden a nuestra ayuda o estamos para ayudarles a poder mantener una postura más crítica, más rebelde, frente a la patología de la sociedad en la que vivimos todos? Reconozco que la respuesta no es fácil. Ayer jueves 13 cené con unos compañeros de profesión. Salieron varios temas y entre ellos estaba el de si los profesores de la universidad, por ejemplo, debíamos o no adaptar nuestras asignaturas a la vida cotidiana o mantenernos en una especie de “castillo” por encima del bien y del mal, elaborando teorías pero viviendo alejados de las cosas que sucedían en nuestro derredor. Y soy del parecer de la necesidad de acercar lo que hacemos, lo que hago, a las circunstancias de la vida real, no de la teoría. Y más en este espacio, en nuestra asignatura.
Ante este hecho y ante las cosas que están comenzando a suceder les hago una propuesta que complementa todo lo que tengo planificado y lo que ya les he dicho en mis prematuros escritos. Por qué no miramos de prestar especial atención a los procesos destructivos, a los procesos agresivos que emergen de toda relación. Se lo propongo como algo que complemente y nos acerque a la realidad de nuestra, de su posible actividad como “orientadores psicológicos”. Por ejemplo: ¿Existen aspectos agresivos en nuestro inicio de trabajo? ¿Estos aspectos agresivos (en caso de que existan), son destructivos? ¿En dónde se podrían ubicar? Creo que si fuésemos capaces de percibir estos aspectos quizás podríamos pensar en cómo reconvertirlos para que puedan resultar beneficiosos para todos y cada uno de nosotros. Otro ejemplo. No cabe duda que la agresión que vivió EEUU el pasado 11 fue terrible. La cantidad de muertos puede ser muy elevada. Y posiblemente más elevada que cualquier otro conflicto de los que a diario nutren nuestros periódicos y medios de comunicación. Tras esta situación, los pacientes que acuden a mi consulta han presentado reacciones muy diversas: los que “elucubraban” sobre lo que podía pasar a partir de este momento; los que expresaban su angustia ante las represalias pero también verbalizaban la pequeñez humana; y los que comparaban esta situación con las hambrunas de Africa, o las muertes de Afganistán o Chechenia. Como ven, para todos los gustos. Y es evidente también que tras esta situación, la indignación de mucha gente va a presionar para que la venganza se realice. Y la verdad es que no sé qué cara pondríamos si estuviésemos en la piel de un psicólogo Orientador a quien acuden personas, familias destrozadas, buscando ayuda. Me imagino que no incitaría a la venganza. Me imagino que tendría que hacer algo con la agresividad que estas familias sienten. Con su rabia, con su dolor. ¿Ven por dónde voy?
Por esto reitero mi propuesta. Al tiempo que trabajamos otros aspectos, pensemos en el tema de la agresividad, de la rabia, del deseo de destruir; y pensemos también si habría alguna fórmula para reconvertir este aldabonazo que la vida ha dado en algo que nos pueda ser constructivo. O que les pudiera ser constructivo a estos posibles pacientes que acudirían a nuestra consulta.
Atentamente,
Dr. Sunyer. (14/9/01)
El planteamiento es muy sencillo. La clase es un espacio en el que estamos muchas personas, como 50 o más.Uno puede considerarla desde diversas posiciones, pero personalmente prefiero pensar que estoy con un grupo. No ante un grupo sino en él. Este conjunto de personas que lo constituimos establecemos inevitablemente una serie de interdependencias, vinculantes muchas de ellas, que determinan no sólo la atmósfera grupal sino la manera de relacionarnos y los sentimientos que se derivan de todo ello. Cierto es que dado que trabajamos unos textos determinados, hay muchos elementos que se activan a través de la lectura de los mismos. Y la experiencia me indica que esos mismos elementos se activan también en las relaciones que establecemos en el grupo. Estos escritos son las reflexiones que desde mi puesto de conductor de ese grupo van aflorando en mi mente y que sirven, eso espero, de reflexión y de trabajo complementarios a la asignatura.