Mi cuaderno de Bitácora del 14 de diciembre de 2010
Sunyer, J.M. · 14/12/2010
Fuente: Sunyer
Acercándonos al final de un trayecto que no ha dejado de ser apasionante. Las diversas aportaciones de hoy seguirán trabajándose mañana.
Acercándonos al final.
Tras una semana de asueto ya tenía mono de este cuaderno y de mi contacto con los alumnos de la facultad. Mono que habla de una relación particular con un grupo de muchachos que están a las puertas de finalizar sus estudios de psicología y obtener el reconocimiento universitario que les corresponde. Y como todos los años por esta época y tras comenzar a rellenar los preceptivos cuestionarios que recuerdan el final de la asignatura y del cuatrimestre, les propuse redactar una historia bajo un título común: una habitación con vistas.
A lo largo de unos cuarenta minutos los diversos grupos se debatieron para organizar esta historia. Contemplándolos desde mi perspectiva deambulante veía cómo cada grupo se las ingeniaba para desarrollar una historia particular. La casi totalidad de los componentes estaba implicado en este trabajo grupal que no dejaba de ser como la expresión de las características de sus miembros al tiempo que no ocultaba algo de su relación con el espacio y con el profesor.
Vistos desde mi atalaya, las vistas que percibía desde mi ventana eran de una intensa actividad en la que todos estaban involucrados. Los esfuerzos que realizaban se me antojaban similares a los esfuerzos que realiza el Yo de todos nosotros a lo largo de la vida. Esfuerzos por desarrollarse y por superar las cortapisas, los incidentes, los boicoteos y miedos que siempre se activan a lo largo del proceso vital. Porque esta es la visión que se empezó a desarrollar con Freud si bien se fue torciendo por el empeño en considerar que ese Yo estaba sometido a fuerzas en cierto modo malévolas y convirtiendo muchas de las intervenciones que se han realizado (y realizan) desde esta perspectiva, en un presionar al sujeto a aceptar aspectos de sí mismo que vienen determinados por esas fuerzas malévolas. Sin embargo no siempre es correcta esta visión. El Yo, esta parte nuestra que es la que, partiendo de la percepción y de la memoria, organiza y clasifica la información, actúa, toma las decisiones que considera adecuadas para seguir viviendo, siente, piensa, valora las experiencias que va recopilando de toda su trayectoria vital y posee esa conciencia de mismidad que le hacen sentirse único entre iguales, ese yo no ceja en su empeño por vivir. Para ello se organiza con mayor o peor fortuna, defendiéndose mediante los mecanismos que ya conocemos de aquellas situaciones que le generan ansiedad, y se comunica con el entorno para que éste le aporte aquellas cosas que precisa para ese vivir.
Cuando paseaba entre los diversos grupos pensé en la mente humana. Consideré que las diversas discusiones que había en cada grupo se asemejaban a las que tenemos internamente cada vez que tenemos que procesar un tipo de información requerida por el entorno. Esa lucha de diversos intereses y variadas tendencias siempre se salda con un resultado. Por ejemplo, cuando hablamos, cuando hacemos o dejamos de hacer algo, siempre estamos sometidos a un intenso pero quedo debate entre ideas contrarias, contradictorias, que velan por el resultado final. Buscan que este producto provenga no sólo de los deseos de todas las partes interesadas sino que se ajuste, de alguna manera, a las demandas del contexto. Cuando escribo estas líneas, por ejemplo, debo decidir qué palabra o palabras pongo, cuales excluyo del texto, por qué sendero del pensamiento transito y por cuál dejo de caminar.
Y el profesional ante todo eso ¿qué hace? Ir posibilitando estos desarrollos sabiendo que todos ellos son válidos ya que corresponden a las experiencias de cada uno. Y en este posibilitar establece un diálogo que no es otra cosa que un ofrecer alternativas que complementen las iniciativas de cada quien. Pero esto no se desarrolla sin más. Para ello es preciso que ese profesional se introduzca en la piel del otro, considere la visión que se tiene desde la habitación de cada uno y, partiendo de esos sus presupuestos, pueda aportarle información que igual no ha procesado, no ha considerado.
En los textos de hoy me pareció que había soledad, miedo y esperanza. ¿Cómo iremos entendiendo esos aspectos? Podremos entenderlos desde una perspectiva psicopatológca o quizás, sólo quizás, seamos capaces de entenderlos desde una perspectiva normológica.
Mañana Dios dirá.
Un saludo.
Dr. Sunyer. (14 de diciembre de 2010)
El planteamiento es muy sencillo. La clase es un espacio en el que estamos muchas personas, como 50 o más.Uno puede considerarla desde diversas posiciones, pero personalmente prefiero pensar que estoy con un grupo. No ante un grupo sino en él. Este conjunto de personas que lo constituimos establecemos inevitablemente una serie de interdependencias, vinculantes muchas de ellas, que determinan no sólo la atmósfera grupal sino la manera de relacionarnos y los sentimientos que se derivan de todo ello. Cierto es que dado que trabajamos unos textos determinados, hay muchos elementos que se activan a través de la lectura de los mismos. Y la experiencia me indica que esos mismos elementos se activan también en las relaciones que establecemos en el grupo. Estos escritos son las reflexiones que desde mi puesto de conductor de ese grupo van aflorando en mi mente y que sirven, eso espero, de reflexión y de trabajo complementarios a la asignatura.